Historia basada en hechos reales.
Estaba haciendo las prácticas en Anatomía Patológica. Era pequeño (bueno, mucho más que ahora…).
Una de las Técnicos me dijo:
– “Serafín, tienes que ir a Quirófano a recoger una muestra”
– Le dije “Vale, pero no tengo la tarjeta para abrir la puerta”
– Me dijo: “Usa la mía”.
Una misión
Pues nada, junto con mi compañera de prácticas subimos por las escaleras a la primera planta del Hospital para ir a Quirófano. Todo el recibidor estaba lleno de personas que esperaban la salida de un médico para informarles de cómo había ido la operación. Al final de un pasillo vi un par de puertas automáticas con un cartel “Solo personal autorizado”.
Yo iba tan contento. Claro, estaba de prácticas y al llevar la tarjeta, me sentía un privilegiado y pensaba “yo sí puedo entrar, tengo tarjeta”… Saber que podía acceder al otro lado de esa puerta, me hacía sentirme bien, “poderoso”…
Llegue a la puerta, y a ambos lados había una fila de sillas ocupadas por familiares intranquilos con caras serias. Saque la tarjeta y me fui para la puerta. Y justo en medio de las dos puertas, justo donde se unen, metí la tarjeta…
El momento
Claro, no se abrieron… mi compañera comenzó a reírse y un “señor con barba” que había al lado (lo conozco, no se me olvidará su cara…) también comenzó a dar carcajadas y me dijo: “¡Nene, que carrerón llevas!”.
Me puse colorado como un tomate y justo encima de su cabeza, encontré un dispositivo con un “dibujito” que indicaba una tarjeta y unas puertas abiertas. Y ese sí, ese era el bueno… la pasé y se abrieron.
¿Qué porque os cuento todo esto? Pues porque algún día tenía que contarlo y porque quería dejar estas tres moralejas por escrito. Así, no se me olvidan.
Las moralejas
Moraleja 1, Atención: No te pases de listo o te chocarás con la puerta.
Moraleja 2, Reflexión: Aprende de cada uno de tus errores y no te apresures en tomar tus decisiones. Es decir, no metas la tarjeta por el primer lugar que veas.
Moraleja 3, Acción: Intenta ser mejor cada día. Demuéstrale al “señor de la barba” que estaba equivocado y que de los errores también se aprende, y mucho.
Muchas gracias, “Señor de la Barba”…
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pues la verdad ,esque de los errores tambien se aprende y yo creo todos los hemos cometido
Jaja me ha encantado. La acitud del hombre de la barba no me parece nada bien,pienso que el comentario de ” Buena carrera llevas” lo dice por su estado de nervios,hay que ponerse en su lugar. En cuanto al estudiante,considero logica su euforia y grandeza pienso que es ilusion no que se sienta superior ni nada por el estilo. Ademas quien no se ha sentido importante, aunque sea alguna vez un poquito, en el hospital??. Y lo de meter la tarjeta por la puerta….me he quedado sin palabras…sera de los mervios?? En cuanto a las moralejas estoy de acuerdo.
La verdad que estas moralejas son fundamentales y no solo durante el desarrollo de nuestras prácticas sino durante toda nuestra carrera profesional como enfermeros ya que es una profesión en la que por mucha experiencia y conocimiento que se pueda tener siempre queda mucho nuevo por aprender.
Así es Irene… Como has visto, se trata de una experiencia personal, que me enseñó muchas cosas. Mucha suerte en estos últimos días de tu Grado.
Jajaja. Muy graciosa la historia. Es verdad que el uniforme blanco te da una cierta categoría. El uniforme blanco, impone y la bata blanca, ya, ni te digo. Supongo que este respeto y admiración se ha conseguido a base de muchos esfuerzos por parte del personal sanitario a lo largo de la historia y entiendo que sea reconocido, pero hay que tener un poco de humildad y no creerse más que el otro por el simple hecho de llevarla puesta. Siendo alumno es normal sentirse importante e ilusionado pero hay que evitar caer en el error de volverse arrogante.
Es cierto que siempre nos quedara algo por aprender,aunque llevwmos mucho tiempo ejerciendo nuestra peofesion.
Jajajaja ¡¡¡muy bueno!!!, he de confesar que a mí me pasó lo mismo, pero sin tarjeta jejeje . Al leer esta vivencia, pienso que el hecho de llevar uniforme o bata blanca, debe de ser algo simbólico, algo que nos identifica ante el paciente, para que sepan a quienes tienen que acudir, pero no debe ser un elemento que implique jerarquía ,superioridad ni que nos distancie de los demás. En nuestra profesión, lo que si debemos de llevar siempre puesto (más que un uniforme o una bata) es la HUMILDAD, ya que ésta nos permite reconocer nuestros defectos, por tanto, nos permite también aprender y crecer en todos los ámbitos, esto es primordial para nuestra profesión, conocer lo que no hacemos tan bien como pensamos e introducir nuevos métodos a nuestra práctica, es lo que nos permite avanzar y realizar una mejor labor profesional.
Por otro lado, desde mi punto de vista, la humildad nos permite también interesarnos por los problemas y circunstancias ajenas (no sólo nos preocupa lo que nos pase sino, lo que les pasa), que es básicamente con lo que trabajamos día a día, escuchando, empatizando, cuidando, y ayudando a solucionar los problemas de nuestros pacientes.
Hola, como a mis compañeros, me ha gustado mucho el relato.
Durante nuestras prácticas clínicas, numerosos factores influyen en el estado anímico-emocional del alumnado, tales como la inexperiencia laboral, supervisión permanente, reacciones imprevisibles de pacientes y familiares, falta de habilidad técnica, desconocimiento sobre determinados temas más prácticos, ocasionando estrés, el cual en ocasiones puede alterar nuestro quehacer diario.
Para ilustrarlo, tenemos el ejemplo del relato. Incluso algo que de primeras parece tan simple, como es la introducción de una tarjeta por su ranura, puede complicarse e incluso no hacerse correctamente en ciertos momentos.
Y es que habría que recordarle al señor de la barba que se ríe tanto un par de cosas. La primera, que en esta vida nadie nace sabiendo y la segunda, que él mismo ignorará determinados ámbitos de distintas disciplinas pues el saber es un arte ilimitado e indefinido.
Estoy totalmente de acuerdo con la opinión de mis compañeras y me gustaría añadir algo más.
Lo que aprendemos está en manos de los enfermeros con los que estamos cada día de prácticas y he de reconocer que la mayoría de ellos se implican al máximo. Pero a mi me ha pasado otras veces que me han “dado la tarjeta” y me han mandado a hacer algo sin saber hacerlo o sin tener la experiencia suficiente para hacerlo sola; he llegado al paciente y no sabía por donde “meter la tarjeta”….puede parecer una tontería pero esto muchas veces me ha creado desconfianda en mi misma. Creo y espero no ser la única a la que le haya ocurrido lo mismo.
No eres la única Nuria, a mí también me ha pasado y creo que nos quedan muchas situaciones parecidas por las que pasar, ya que dentro de poco estaremos en el mercado laboral y si cae una estrella del cielo y tenemos la suerte de trabajar este verano como enfermeras vamos a meter la pata en ese sentido más de una vez porque cada hospital y cada unidad es distinta en cuanto a procedimientos administrativos etc y hasta que los conozcamos nos vamos a liar. A esto a veces se le ha añadido, en mi caso por lo menos, la verguenza que da estar todo el día preguntando, que en el caso de intervenciones a un paciente no me arriesgo y sí que pregunto mucho, pero cuando me mandan a buscar algo o a encontrar a alguien a veces (cursos anteriores sobre todo) me ha pasado que no sabía ni lo que me habían mandado buscar xDD iba y tímidamente le preguntaba a alguna enfermera o auxiliar que me pareciera más simpática que la que me lo había mandado jejejeje. En ese aspecto ya me he soltado la verdad.
En cuanto a lo que comentaban las demás compañeras sobre la fábula estoy de acuerdo con ellas y creo que podemos ver al “señor de la barba” como una alegoría del hecho de volver a la realidad, él que se siente superior por tener la bata blanca se da cuenta de que no es así tras el comentario de este hombre.
Lo que esta fábula me ha hecho reflexionar también es sobre lo mucho que nos calan a los alumnos algunos comentarios tanto de enfermeros como de pacientes, seguro que a todos se nos viene fácilmente a la cabeza algún comentario desafortunado o halagador que nos hicieron hace tiempo, son cosas que no se te olvidan, sobre todo las malas, para qué nos vamos a engañar, y sólo con el tiempo aprendemos a verlas de otro modo, así que de esta fábula yo también extraigo que las críticas en el momento quizás nos hacen sentir mal pero puede que con el tiempo y la experiencia lleguemos a ver que en ellas había algo constructivo y que podemos aprender algo de eso, aunque sólo sea la forma en la que NO debemos tratar a los alumnos
Sólo decir que, durante estos años de prácticas, he estado a punto de chocar contra la puerta en varias ocasiones, que si no lo he hecho, es gracias a precisamente eso, no apresurarme en tomar una decisión, aunque al consultarla, cómo no, se ha reído de mi el señor de la barba… Pero ni me importó inicialmente como alumna, ni me importa actualmente que estoy acabando, ni me importará en mi futuro como profesional de enfermería, ya que como me dijeron alguna vez “En un hospital es muy fácil meter la pata” y lo verdaderamente importante es precisamente eso, no meterla, a pesar de que ello ponga en evidencia tus conocimientos…
Como última reflexión, cada puerta que abres hace que tus habilidades y destrezas aumenten, de modo que lo verdaderamente importante es ir abriendo poco a poco todas puertas, sin tener en cuenta si las has abierto sólo o con ayuda de alguien más.
Me ha gustado mucho este relato pues es un caso bastante cercano a nuestra situación como alumnos de enfermería. Estamos de prácticas y cuando más se nos sube a la cabeza esa “superioridad de bata blanca”, más probabilidades tenemos de meter la pata. Me parece genial la actitud del autor de este relato,y es que de un hecho que en el momento puede resultar vergonzoso (de esos de tierra trágame, que seguro que todos hemos pasado por ahí en algún momento)se pueda superar sin ningún problema pues todos nos equivocamos, y lo que es mejor aún, que saque estas 3 conclusiones fundamentales para la vida. Quiero recalcar algunas frases de mis compañeras y son que la humildad es fundamental para nuestro trabajo y nuestra vida, el ser enfermeros no debe significar una marcada jerarquía, superioridad pues nos lleva al distanciamiento hacia los demás. Y también que es cierto que hay muchos comentarios que nos afectan personalmente, pero de ellos debemos aprender para mejorar en lugar de dejar que nos desmoralicen.
Bastante ciertas las reflexiones que se hacen al final !. Estoy de acuerdo con mis compañeras, en el ejercicio de nuestra profesión debemos ser ante todo humildes. El vestir un uniforme blanco no nos hace superiores al resto de pacientes. He estado presente en situaciones en las que los mismos pacientes han corregido al profesional sanitario, y en alguna de ellas era yo la protagonista. Por otra parte, entiendo perfectamente la sensación de importancia o superioridad. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez al iniciar las practicas? Pero con el paso del tiempo y con situaciones como estas acabas dándote cuenta de que lo único que te diferencia del resto de personas en el ambiente sanitario es eso, un uniforme blanco, una tarjeta.
Buena historia, y al menos no está en ingles xD. Cosas como estas nos la encontramos todos los días en nuestra prácticas, con estudiantes medicos enteradillos que se comen el mundo, y despues no saben ponerse los guantes estériles, o con nosotros mismo cuando nos venimos arriba y ponemos una vía dificil, y la más facil vamos de sobrado y la fallamos…
Es así, no podemos cambiar estas cosas hasta que nos sucede, y quedamos como unos palurdos…
Estas reflexiones no deben aplicarse solo a la enfermería, sino a la vida diaria. Siempre hacia adelante. NI un paso atrás.
Hola!! Me ha gustado mucho la historia y estoy de acuerdo con todo lo que han dicho mis compañeros. Uno de los aspectos más importantes a la hora de tratar a los pacientes es la humildad, y yo añadiría también la empatía como algo fundamental. Es verdad que el ir vestidos de blanco es solo un signo para que los pacientes sepan que deben dirigirse a nosotros, pero a veces es inevitable sentirse “importante” cuando llevas bata blanca o te dejan la llave de alguna consulta 🙂
Ha sido muy bueno, pienso igual que mis compañeros, pero estos casos nos lo encontramos todos los días en nuestras prácticas, hay mucha gente que se ponen el uniforme con la bata blanca y se creen que son superiores a los demás solo por ir vestidos así y eso es una cosa que deberian cambiar y aprender, que todos somos iguales y que en esta vida debemos ser humildes y no ir de sobrados, ya que en nuestra profesión y en cualquier otra todos los días se aprende algo y en lo más simple que creemos que lo sabemos hacer fallamos.
Estas moralejas nos vienen muy bien ahora que pronto seremos profesionales y tendremos que tomar decisiones por nosotros mismos sin tener el respaldo del profesional.
Se humilde , pregunta siempre que tengas dudas , si cometes errores aprende de ellos y intenta aprender algo nuevo todos los días.
Muy buena la historia
Me ha gustado mucho la historia que nos has dejado. Considero que se identifica mucho con el papel que cada día en nuestras prácticas desempeñamos como alumnos de enfermería. A nivel personal me siento identificada con algunas partes de la historia. Sobre todo cuando en multitud de ocasiones me han mandado a que realice una tarea y por mi poca experiencia en el servicio o desconocimiento me las he tenido que ingeniar para averiguar en qué dispositivo debía introducir esa ” tarjeta”.
Con esto no quiero decir que todos los profesionales con los que estuve en estos años no sean precavidos y manden al primer alumno de prácticas que vean a realizar una tarea que no conoce muy bien. Ya que la mayoría si se preocupan por nuestra educación sanitaria y se cuidan para ser un buen ejemplo para nosotros.
En cuanto a la actitud que muchos sanitarios tienen con los alumnos estoy totalmente de acuerdo con algunas de las aportaciones que han realizado mis compañeros. El ir de sobrados, de saberlo todo, de sentirse superiores son actitudes con las que nos tenemos que enfrentar diariamente y combatir. Por eso debemos acordarnos de todas estas experiencias cuando acabemos la carrera y tengamos alumnos para no caer en esas actitudes que en muchas ocasiones nos dolieron a nosotros mismos.
Por otro lado de esta historia puedo sacar en claro que debemos ser unos “buenos observadores y fijarnos en todo detalle”, pues todo detalle cuenta y es importante para “abrir correctamente esa puerta con nuestra tarjeta.”
En mi opinión, son muy buenas y útiles las tres moralejas que nos proporciona la historia. Con un simple ejemplo tan sencillo, como el hecho de abrir una puerta con una tarjeta, se pueden obtener unas ideas importantes aplicables a muchos aspectos de nuestra vida. Si siempre tuviéramos en cuenta estas moralejas, podrían servirnos de gran utilidad para muchos aspectos de nuestra vida diaria, y no sólo para el aspecto profesional. El hecho de conocer nuestras virtudes y limitaciones, el aprender de nuestros errores y el querer ser mejores cada día nos convierte en personas inteligentes que llegaremos lejos en muchos aspectos. Como he dicho, estas premisas son muy importantes para en todo lo relacionado con nuestra vida, sin embargo, si nos referimos al ámbito profesional en concreto, estas moralejas podrían servirnos para ser mejores profesionales y conseguir mejores resultados en nuestro trabajo. Esto resultaría beneficioso tanto para el profesional, por el realización y satisfacción profesional, como para el paciente, el cual recibirá un mejor trato y una mejor atención por parte de los mismos.
Una gran historia y buenas moralejas para crecer como personas.
El hecho de estar de prácticas y vestir de blanco/verde y de conocer algunos secretos de los hospitales, no accesibles para los usuarios hacen sentirnos con cierto poder. Y como cada poder conlleva una responsabilidad. En nuestro caso, podemos equivocarnos no solo como abrir una puerta, si no también de una mala administración de algún medicamento por una vía equivocada o una sustancia a la que es alérgica esa persona.
Y como hay tantas formas de decirlo como personas existen, son necesarias aportaciones menos simpáticas como el hombre de la barba y agradecerlas admitiendo tu posible error.
Creo, en lo referente a la historia del “barbas”, que se debería inventar un medicamento para reducir los niveles de postureo en sangre, y a su vez que aumentara los niveles en sangre de querer hacer las cosas bien, con honradez, coraje, compromiso y como han apuntado algunos compañeros, con humildad.
La persona que, después de un día en el mundo, no ha aprendido nada nuevo…
“¿qué clase de persona es aquella que no mejora lo que tiene?”-El Reino de los Cielos
Jajajaja un relato muy gracioso, y con el que me siento identificada, nos ha pasado a todos eso seguro. El uniforme blanco como dicen por ahí da categoría y te hace sentir más importante, ya sí vas de verde o azul eres lo mejor de lo mejor jajaja. Y si que es cierto que de los errores se aprende, nos ayuda a mejorar y a no volver a repetir algo que esté mal. También considero que hay que ser honrado y reconocer que no sabes hacer algo, y no dártelas de sabiondo, eso sólo te puede llevar a que hagas algo mal, una vez lo sepas ya estás tranquilo con que lo que estás haciendo está bien. Y es que, cuando realmente estás solo en una situación y lo haces tú sólo es cuando te das cuenta de si eres realmente capaz de hacerlo y a veces nos puede a pasar con al chico este, que te líes un poco jajaja.
Muy buen relato y con tres importantes moralejas, que tenemos que tenerlas presente todas las personas seamos o no profesionales de la salud. Si es cierto que el fenómeno “bata blanca” puede hacer sentir superiores y más importantes, sin embargo siempre ocurrirá algo que te haga “chocar contra la puerta” y darte cuenta que no eres mejor que nadie ni sabes más, por lo que tenemos que ser ante todo humildes para poder aprender cosas nuevas y saber que de los errores se aprenden y que no nacemos sabiendo. El señor de la barba en aquel momento sería como una gran patada en el estómago, pero ahora, sin embargo, le da las gracias porque se da cuenta que con ese comentario, que nunca se le olvidará, aprendió mucho más que si la puerta se fuera abierto metiendo la tarjeta en medio.