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Cuando aceptó participar en el montaje y puesta en funcionamiento del nuevo hospital, le pareció que era un sueño. Ella, enfermera de Urgencias, que siempre había estado con la sonrisa en la cara, atendiendo con dulces palabras y trato a todo aquel que caía en sus manos en esas situaciones de emergencia máxima, ahora tenía la oportunidad de planificar lo que iba a ser uno de los mejores hospitales pequeños de la región.

No era por el cargo: Directora de Enfermería. Era porque los retos le apasionaban y este era el más grande al que se había enfrentado. ¿Más que aquella noche en la que llegó a Urgencias un sospechoso de traer de Asia gripe aviar? Fueron horas de incertidumbre en las que cuidó y acompañó al enfermo, pero también alivió a su mujer. En las que se activó el protocolo del H5N1 y todo fueron nervios hasta que se descartó la sospecha.

Recordaba con exactitud milimétrica los buenos momentos que había pasado junto al equipo de técnicos analizando con lupa los planos del nuevo hospital, planta a planta, reubicando los controles de Enfermería que tan mal habían colocado los arquitectos sobre el papel: aquellos espacios para las enfermeras y auxiliares no ayudaban nada al funcionamiento de una planta hospitalaria, más bien lo entorpecían. Lo mismo con los circuitos sucio/limpio del área quirúrgica. ¡Qué desastre sobre plano!

La inauguración del hospital se hizo a bombo y platillo aquella tarde de invierno. Pero ahí estaban las enfermeras, sus compañeras, ocupando sus lugares. Orgullosa de ese gran equipo que había montado el centro en un par de años, que había tenido en cuenta todos los detalles básicos, habitaciones individuales y amplias, no sólo para los pacientes y acompañantes, también para que el personal sanitario trabajara cómodo.

Pronto el centro se convirtió en referencia provincial de atención al parto, a pacientes oncológicos, cuidados críticos y CMA, entre otros, dentro de las características propias de ese hospital: 132 camas.

Fue testigo de la alegría de los pacientes al recibir el alta, por el trato, atención y cuidados del equipo enfermero. La planta de Medicina Interna era siempre la más concurrida, llena de ancianos con familias agobiadas, cansadas. Reconocía la labor de la trabajadora social en ese ámbito: gestionaba recursos de apoyo a esas familias de personas mayores que aún tenían que cuidar a sus abuelos, siempre con el apoyo de las enfermeras.

Pero un día, todo empezó a cambiar. Las enfermeras fueron las primeras en ver cómo los recortes afectaban su trabajo. Ya no había habitaciones individuales y se habían cerrado plantas; menos enfermeras y más pacientes; menos recursos y menos intervenciones quirúrgicas; servicios como el de Neonatología que tanto costó montar fue cerrado y las urgencias habían perdido su capacidad de gestión de casos clínicos.

Y no entendía que  tanto esfuerzo durante tantos años y de tanta gente hubiera volado con un soplo de viento, como la casa de paja de los tres cerditos.

Sólo había una cosa que nadie le podía arrebatar.  Su profesionalidad. Su calidad humana como enfermera. Y las ganas de hacer bien su trabajo.

Emma Pérez-Romera. Periodista especializada en salud. Editora del Blog “Membrillo con Canela

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2 comentarios en “De los cuidados, a la gestión y vuelta a empezar, #24h24p”

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