En el 24h-24p nos regalaron muchas cosas, entre ellas éste relato. Muchas gracias Félix por compartirlo con nosotros:
LA ESTAMPITA
El abuelo estaba en la cama y la abuela no le quitaba ojo. Entre sábanas blancas con el flamante logo del hospital y olor a desinfectante con amoníaco, el hombre estaba aturdido y la mujer contenía como podía la desesperación de los que se sienten inútiles. La vigilia forzada, la comida desaborida y los horarios tempraneros acabaron por desorientar a la pareja de ancianos.
Solos en su desarraigo e ignorantes de su situación, compartían sus vidas sospechando que algo se rompía para siempre. El la miraba con tristeza y ella le regalaba la media sonrisa que tanto le reconfortaba.
Procedentes del sur peninsular en una inmigración desesperada a las fértiles vegas norteñas, llevaban más de cincuenta años bajo un cielo que les dio pan y futuro. Pero no querían fundir sus huesos con una tierra que no les vio nacer.
Los médicos iban y venían desde hacía más de dos semanas sin darles respuestas que pudieran comprender. Por sus gestos parecía que algo malo y grave le sucedía al enfermo. A veces, y a hurtadillas, pedían a una joven enfermera que les interpretara lo que decía el señor del fonendo tras su visita diaria. No se enteraban de casi nada, pero el acento se parecía mucho al que medio siglo antes llevaron consigo en su viaje sin retorno… y eso les tranquilizaba.
Cuando por fin les dijeron que el abuelo se moría, la enfermera les dio una estampita de un fraile muy milagroso, al que si pedían tres favores concedía al menos uno. La joven no era creyente, se podría decir que casi era atea, pero llevaba la imagen del beato porque le recordaba su casa y se la había encomendado su madre. Los ancianos recibieron la estampita como le mejor medicina para los males que les abatían. Abrazaron a su benefactora y con lágrimas le agradecieron el remedio.
photo credit: Bright lights from giantwheel !
Sabedor del suceso, el facultativo de servicio llamó al despacho a la enfermera.
– ¿Sabe que está en un Centro Sanitario Público no confesional y que la normativa no permite hacer prácticas alternativas ni dar esperanzas infundadas a los pacientes?. Aquí sólo se aplican métodos científicos de curación en base a protocolos biomédicos – interpeló con voz grave y fatua.
– ¿Doctor, cuando quiere hacer un regalo en qué piensa…, en lo que le gusta a Vd. o en lo que necesita la otra persona? – preguntó con parsimonia la enfermera.
– No sé que tiene que ver con lo que estamos hablando, pero la respuesta es obvia. Siempre pienso en la otra persona – afirmó con absoluta rotundidad.
– Entonces debería entender que yo no he realizado prácticas desautorizadas, sólo les he hecho un regalo a los abuelos.
Cuidar es comprender, ayudar y respetar.
Cuidar es anticiparse, escuchar los silencios y leer las miradas.
Cuidar humaniza a quien cuida y a quien es cuidado.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
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Más allá de los cuidados invisibles… son los cuidados palpables….
me ha encantado la historia. Yo que trabajo continuamente con las miradas, con la esfera emocional…… Me parece que muchas veces esos “regalos” son la mejor medicina.
Hola Sole! Efectivamente, esa esfera es la que nunca debemos olvidar, no podemos dejar que la parte técnica se apodere de nosotros, tenemos que conseguir un equilibrio. Un fuerte abrazo.