Hace tres años más o menos me convertí en mamá de un niño diagnosticado y tratado por TDAH, supongo que nadie piensa que de un día para otro tu pequeño retoño va a tener un trastorno que quizás le dure para siempre y por el que va a tener que medicarse diariamente, pero como todos sabéis, en cuestiones de salud no se elige. Con el tratamiento instaurado, visitas de control arriba y abajo, pasaron el primer año y el segundo notando una franca mejoría en los aspectos atencionales y conductuales que nos tenía a todos encantadísimos y más a él que había dejado de ser “el eternamente castigado”.
Pero como ocurre en algunos cuentos, todo lo bueno se acaba o cambia o se complica; así, cuando enfocábamos el tercer año unas convulsiones inesperadas dieron un giro al diagnóstico. Empezamos con un encefalograma que a pesar de lo aparatoso que parece, para el peque supuso una aventura dibujada en la cara de la enfermera que se lo hizo. Un gorro de plástico que como le dijo ella “mira, te han salido coletas como a Pipi” y al chaval tanta gracia le hizo que me pidió una foto, luego le explicó la prueba, cogiéndole la mano y mirándole a los ojos y le preguntó si quería a mamá a su lado, claro, dijo él, a mamá y a mí peluche. Luego vino la RMN y el nuevo diagnóstico sustituyó al anterior: epilepsia, buf !!! Cambio de tratamiento, analíticas de control y que no repitiesen las convulsiones!!!
Fuimos digiriendo la nueva situación y empezaron las analíticas de control, el niño no sabía que era eso, preguntaba una y otra vez, mami dolerá? ¿Cómo lo hacen? Me parece que no me va a gustar… Entramos en el box, dos enfermeras nos esperaban, él dijo que tenía miedo, que aquello no le gustaba… y entonces salió aquella enfermera soñada: la que lo mira sin dar importancia al miedo y con enorme ternura en sus ojos:
– ¿Qué brazo prefieres le pregunta?
– Él elige: el derecho es que soy zurdo…
– Ella mira y le dice, mejor el derecho que así puedo pincharte flojito…
– Él sonríe y le dice flojito, ¿Seguro?
– Ella contesta ¿No te fías?
– Él dice… la verdad no sé?
– Ella replica, ya verás, un momento y flojito…
Pone el smart, coge la aguja, movimiento rápido, preciso, impecable y sin darse casi cuenta, aguja fuera y gasa para presionar, ejecución perfecta!!!
El niño aguanta la gasa, la mira fijamente y le dice: oye eres buena !!!! Y ella, sonríe de oreja a oreja como si le hubieran hecho el mejor regalo !!!!
Mònica Moro. Médico. Editora del Blog “Mira que bé”
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